domingo, 9 de diciembre de 2007

Imágenes del cambio; fig.5: la rectitud trágica de Grupo Salvaje


En 1969, Sam Peckinpah construyó uno de los retratos de relaciones humanas más crepusculares que se conocen en el cine.

Hablar de "Grupo Salvaje" es hacerlo de amargura de principio a fin, secuencias ambas -la primera y última- capitales en el cine de los últimos cincuenta años. La apertura inicial de esta sinfonía crepuscular no deja de mantenernos alerta aunque la hayamos visto infinidad de veces. Ese poblado mexicano, ese desfile, esos escorpiones torturados por -no tan- inocentes niños, esa toma de rehenes... y esa orquestación de disparos, carreras y escondites recogiendo el testigo técnico y dramático que Penn usara en "Bonnie & Clyde".

Pike, Dutch, Lyle, Tector, Ángel, Crazy Lee, Freddie... tienen enfrente a su ex-compañero Deke y medio de lado al miserable Mapache. Pero sobre todo tienen ante sí la enorme carga del progreso que se cierne sobre ellos y su modo de vida. Un progreso que les aleja de cualquier atisbo de integración o pertenencia a grupo alguno. Sólo al suyo: el salvaje.

En la memoria del cine quedarán las dudas y penurias emocionales de Holden y Borgnine, en especial cuando entran en liza cuestiones como confianza o traición. Un auténtico tratado con la marca genuina de Peckinpah. Rudo y seco. La catarsis final, la deseada por todos, trae lo inevitable, pero también arroja la esperanza que el poeta de la violencia Peckinpah solía dejar impregnada en sus obras: la coherencia del ser humano es poderosa.

Próximamente valoraremos la cosecha musical de 2007

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