martes, 18 de diciembre de 2007

Apuntes ridículos sobre situaciones ridículas

Un año más cae del lado de la prisa y el regusto por lo efímero. Cada vez con más velocidad, cada vez con menos sentido. ¿Velocidad y sentido son conceptos divergentes?. ¿Lo son conciencia y coherencia o, por el contrario, cada palmo de terreno que gana la primera incide en la dificultad de conseguir un label aceptable de la segunda?.

Sea como fuere, un año más cae del lado de quien sea. Siempre hay alguien para recoger los frutos, no así tanto para su siembra. 2007 será recordado por ser un año musical que se cierra con el tan cacareado y por fin conseguido cánon de la SGAE. Un cánon que condena de antemano a la cultura y a su difusión, dejando su producción en una preocupante penumbra de administración económica de los beneficios que el citado canon genere entre los autores.

Una de las ideas que se deriva de esta situació es la alarmante necesidad de revalorizar el trabajo de aquellos que rellenan con su obra un soporte tecnológico. Sería deseable pararse a pensar por un momento qué hubiera sucedido si la invasión tecnológica se hubiera producido hace siglos y hoy viviésemos en un mundo lleno de lienzos en blanco, de pistas de audio digital listas para ser grabadas o de kilómetros de celuloide o haluros de plata dispuestos a ser inseminados por la mente de algún humano. Quizá la raza humana no se hubiera extinguido pero sin duda estaríamos un millón de pasos más cerca de la robotización idiota de la que ya muchos hacen gala a diario en medios de comunicación y también en nuestras aceras.

A falta de alicientes culturales ha crecido la masturbación creativa también por parte de las autoridades. En un delirio calculado, ya hay quien liderando un partido político que votó la aprobación de la LPI ha anunciado la eliminación del canon si ganara o ganase las elecciones de marzo. Por supuesto, encima de las mesas no hay rastro alguno de algo que no sea parasitismo legal y, lo que es peor, una demostración de no saber adecuar la legislación a algo tan inherente al ser humano como la cultura, la comunicación y la cada vez más extinta (con lo extremadamente peligroso que de la propia situación se deduce) necesidad de las personas de expresar sus sentimientos, alegrías, miedos y tristezas mediante las herramientas que tiene a su alcance.

Siendo las principales cerebro y corazón.

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